Desde un lugar de nuestro pueblo Desde un lugar de Nuestro pueblo: SON CHO SAN

martes, 19 de julio de 2011

SON CHO SAN

SON CHO SAN


Son Cho San es, si no me falla la memoria, la palabra japonesa que denomina al Alcalde. Esto me recuerda lo afortunado que fui viajando a Japón y conociendo y disfrutando de esa cultura tan radicalmente opuesta a la nuestra. No conocería Japón, ni habría disfrutado de esa suerte, si no hubiera en Castril un intrépido "Marco Polo", o sea, un negociante valiente y con visión de futuro. Muchos son los palos y atques que se ha llevado por mi causa. Muchos son también los acertados consejos que de su mano he recibido, con  la amistad, la inteligencia innata y la confianza de la persona que te quiere bien.
Cuatro viajes a Japón, cuatro ocasiones para conocer cada vez más la impresionante y enorme ciudad de Tokio. Comidas exóticas, costumbres ancestrales y chocantes y ambición en el objtivo de esos viajes. El placer era secundario, había un motivo para estar allí, para soportar más de catorce horas de avión, desenvolverte y hacer negocios en una cultura y un mercado desconocidos y herméticos. No hay una, tenemos mil anécdotas que contar de aquellos viajes, ¿verdad Manolo? 
Si, cuando hablaba de ese intrépido "Marco Polo" hablaba de Manuel Ortiz Jiménez, que así se llama, aunque le dediquéis otros nombres o apodos. 
Muy criticados fueron aquellos viajes, viajes que nunca pagó el Ayuntamiento y sí, hasta el último céntimo, Manuel Ortiz. Es tan listo que sabía que en una cultura como la japonesa, un Alcalde es una persona honorable y si esa persona honorable acompañaba a una empresa, de inmediato se convertirá en una empresa honorable e idóna para invertir en ella.
Así que como Alcalde de Castril, es decir, como Son Cho San, presté mis servicios y experiencia a AGROCASTRIl y presumo que no fue mal la cosa. Viajes, alojamiento y gastos, pagados por un empresario que supo aprovechar, sin aprovecharse de nadie y con su esfuerzo,  la complicidad y las ganas de ayudar de este humilde ex.
Manolo es una persona seria y curtida, no se extraña de nada y tiene una habilidad para calar a la gente que sorprende, no se equivoca nunca con las personas y nunca ha fallado en un consejo, advertencia o aviso. Muchas veces lamento no haber hecho más caso de su inuición y experiencia. Por contra no lamento en absoluto haberle acompañado en su sueño y presenciar con asombro su desparpajo genial y su resuelta desenvoltura en los negocios. Va de cara, nadie lo podrá negar, tiene claro su objetivo y no engaña con caras falsas. Dice lo que quiere, cuando y como quiere y ha tenido la inteligencia y la asombrosa capacidad de embarcarse, navegar y conquistar nuevas metas en soledad, cuando los demás han preferido quedarse varados en la indolencia y la falta de ambición.
Manolo se hace entender en todos los idiomas, aunque no conozca ninguno. Hablan sus ojos y sus gestos y es capaz de venderle la luna al  más astuto comprador.
Yo le aprecio, porque hasta en los reproches es sincero y leal. Si los demás no le quieren, no le quieran. Él sabe bien dónde enfocar sus afectos y  con el mío, con ese sincero afecto, cuenta de lleno.
De Japón habalré otro día, que hay mucho que contar. Hoy le tocaba a Manolo y, por extensión, a la gente que navega con él.  
   
 

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