FRANCACHELAS Y ESPIONAJE

Hoy escribo más tarde de lo que acostumbro, el motivo no es otro que acabo de volver a mi casa después de celebrar una buena comida en honor del que fue Secretario de nuestro Ayuntamiento y de la consiguiente sobremesa con algún que otro cubata. Espero no meter la pata, si es así será por culpa de ese dichoso cubata, si cuento la que ha sido la anécdota del día o, más bien, el mayor ridículo que he visto nunca hacer a un político. El caso es que esta comida estaba organizada por la gente que trabajó con José Ramón Mateos, era una especia de comida de despedida y agradecimiento por haber sido un excelente profesional y tan buen compañero. Como íntimo amigo que soy del Secretario saliente, no como ex alcalde, oponente o rival del nuevo Alcalde, yo estaba invitado al evento, algo que a mi corto entender no tiene mayor importancia o relevancia. Pero, mira por dónde, de la celebración de de tan inocente ágape, se enteró nuestro flamante Alcalde y, en un repugnante alarde de desvergüenza, incorrección y falta de clase, sin estar invitado, en el restaurante se hizo presente con la pretensión de cortarle el rollito a la gente.

A la misma altura de un chiste, o más lejos puede, queda el absurdo delirio de este sainete vivido. ¡Qué bochorno más grande! Me refiero al que deberían sentir Alcalde, y sus acompañantas o acompañante. No daba crédito a lo que estaba ocurriendo, pues, ni cortos, ni perezosos y haciendo gala de falta de dignidad, escrúpulos o modales, se sentaron en la mesa contigua, como si fueran unas cotillas de la peor calaña, espías o cinematográficas “matajaris”. De esta manera tan poco ortodoxa e, insisto, haciendo gala y luciendo un gesto tan torpe y feo, estuvieron pendientes de lo que hacíamos, decíamos, bebíamos o comíamos.

Para este nuevo gobierno todos están bajo la sospecha de ser traidores, espías o truhanes. Te sitúan en el punto de mira o con una cruz te tachan, en función de la relación de amistad o del simple trato correcto que me brinden quienes han trabajado a mi lado en mi etapa de gobierno. Solo así entiendo que se pueda llegar a este límite de delirio, manía persecutoria o transitoria locura. La estampa era linda, nosotros riendo, charlando y disfrutando de una buena comida, regada con buen vino y algunas copillas, ellos, en la mesa de al lado, serios como una estaca, con cara de pocos amigos y pendientes de cuanto en nuestra mesa se hablaba.

A una persona con dos dedos de frente no se le ocurre pensar que hay algo malo en una reunión de amigos, que sólo es un homenaje a un compañero de trabajo, fatigas y viaje. Esto sólo cabe en una mente calenturienta, insegura y, si me apuras, indecente e intransigente.

En la comida estaban presentes, funcionarios, Policía Local, trabajadores del Ayuntamiento, del Juzgado de Paz, algún técnico, el homenajeado y yo, mismamente. En la mesa de al lado, ojo avizor, vigilantes y pendientes de todo el cotarro, estaban el Alcalde y su consorte, el Concejal del PP y la Concejala Eva Carrasco. Maribel Iruela también se asomó al evento un momento, pero como es más lista que el resto, viendo el bochornoso percal, se dio el dos y no se quedó a vigilar.

La cosa tiene su miga, porque tiene guasa que este Alcalde se haga presente en una comida que se da en honor de alguien por quien él ha mostrado tan poco respeto, galantería y pundonor.

De nuestro banquete, cada uno pagamos la cuenta a escote, de la suya, me muero de ganas de saber la justificación de la dieta que pagará por su comida el Ayuntamiento.

O está chalado, o se le fue la pinza, quizás le falta un tornillo o puede que necesita otro hervor, lo que está claro es que lo que hoy hizo este Alcalde y quién le acompañó, no tiene otra valoración que una portentosa falta de educación, urbanidad, raciocino o distinción.

Debe ser desquiciante vivir en la duda constante y la desconfianza atroz de quienes trabajan bajo tus órdenes. Ha de sentirse desgraciado quien no es capaz de distinguir y separar la paja del grano. Esto sólo le sucede a quien tiene una mente enferma, desde luego es de una gran necedad no saber discernir, respetar y aceptar que una cosa es el trabajo o el deber de sigilo y otra bien distinta es disfrutar de los amigos. Para que todos lo entiendan, el “deber de sigilo” es la obligación legal que a todo funcionario o personal laboral le impide desvelar datos de su trabajo en el ámbito municipal.

Ha día de hoy, con contundencia y rotundidad, puedo afirmar que ningún empleado del Ayuntamiento ha vulnerado o faltado ante mí a tal responsabilidad y que de su boca o mano no he recibido, ni espero recibir otra cosa, que no sea respeto, afecto y amistad, que, ni este Alcalde, ni nadie, les puede impedir, censurar o negar.

Me atrevo a afirmar que el problema que tiene este Alcalde, el mal que le nubla la mente y el origen que de esta forma le hace actuar, es que no confía en nadie y, al no confiar, se precipita a un abismo poblado por un contubernio de gente en su contra. Con su desvarío, inseguridad y mediocridad, en todos ve a un enemigo y se inventa la existencia de un ejército de sospechosos, conta él dedicados y dispuestos a conspirar. Nada más lejos de la realidad.

Mi experiencia me demuestra que hace mal en desconfiar de quienes nunca le van a traicionar, por una razón muy lógica y sencilla, los políticos somos aves de paso, mientras que los funcionarios no cambian cada cuatro años y se ganan el sueldo y el pan sin depender de quien sea el Alcalde o sea responsable de gobernar.

Y, colorín, colorado, con esto creo que he acabado. Al menos por hoy, porque, lo ocurrido este día dará para más y más, y más, y más……………..

Hacer la digestión de la pintoresca anécdota de esta comida me llevará un rato y algún que otro puñado de bicarbonato, desde luego, me he quedado de cuajo y anonadado, porque es muy difícil hacer un ridículo tan espantoso y hacerlo cayendo tan bajo.

No acabaron aquí las pesquisas y el seguimiento de estos espías de cuento o chiste, pues tras el convite nos fuimos a otro escondite, a tomar un cubata en un resguardado boliche y también allí se hicieron presentes, con lo que de nada sirvió nuestro juego al despiste.

La conclusión y el resultado sacado por estos castrileños espías, mellizos de "Mortadelo y Filemón", es que, con las botellas de vino y los cubatas que se zamparon los dos en este acto de servicio de espionaje o persecución, lo que es más que seguro, creo yo, es que habrán cogido una “pea” o agarrado un etílico borracherón, a cuenta de tan absurda e innecesaria “investigación”.