SERÁN LOS DEMONIOS

Antes, cuando se destrozaba el mobiliario urbano, lo achacábamos y culpábamos al los excesos del “botellón”, a pesadas bromas o al impetuoso y juvenil descontrol.

Ahora no, ahora todo lo malo y peor, es fruto de un contubernio o conspiración orquestada por el Alcalde anterior.

De modo y manera que si las bombas de la depuradora se atrancan o los motores se queman, es porque en mis ratos libres me ocupo de sabotear esas instalaciones, estas, aquellas o las que sean.

¿No será, digo yo, que se estropea lo que no se atiende, cuida o escapa al control?

¿Ocurrirá, quizás, que nadie mantiene o se ocupa de la EDAR?

Que quede claro que de la acusación de romper farolas o causar daños, yo me descarto. Si de algo se me puede acusar en este momento es de dedicar a mi blog o a mis cuadros todo mi tiempo y atención. Aunque a nadie le extrañe que en esta vorágine de hacerme culpable de toda indignidad, el Alcalde me responsabilice hasta de la salinidad del agua del mar.

Lo que quisiera saber es si se da la paradoja o la singularidad de que los que tanto defienden el río, en él estén vertiendo aguas sin depurar.

Es demencial, lo sé, pero, hoy por hoy, uno de nada se puede extrañar. Como recurso y coartada es genial, eso de achacar la nula eficacia y el abandono total, a sabotajes o conspiraciones de “mal”.

Argumenta el Alcalde, hasta puede que se lo crea en realidad, que soy un ser “demoníaco” y que en mí se ha reencarnado Satán. Como ejemplo, argumento o señal, desvela que en una contienda electoral obtuve el apoyo de 666 vecinos, una cifra que considera infernal.

No se equivoca al temer esta cifra, no porque sea un número que representa el poder del averno o del mal, el miedo que puede tener y el temor que le atenaza o le puede intranquilizar, es que esa cifra revela que él no gobierna por que ganara en votos y eso no lo puede negar, como tampoco nunca podrá ensombrecer o demonizar tan luminosa y “divina” verdad.