Si al final de esta historia de mala novela negra, resultara que el Juez estimara la querella y, celebrado el juicio, con una condena aceptara y diera por buena la petición de resarcimiento moral a la que la demandante pone precio en moneda, me asalta la duda de sí me corresponderá pagar a mí o al Ayuntamiento de Castril. Digo esto porque se me denuncia por el ejercicio de mis funciones como Alcalde y cuando ocupaba tal puesto o cargo.
Es obvio y natural que si la Querella Criminal se interpone, en el banquillo me sienta y en el punto de mira me pone, como Alcalde Presidente del Excelentísimo y excelente Ayuntamiento de Castril, será este el que deba saldar la afrenta, siempre, claro está, que haya condena. Y, menos mal, porque, con lo boyante que está, si de mi cuenta corriente tuviera que abonar tal cantidad, tendría que poner mi casa en venta y vivir de la caridad.
En el peor de los casos, podría recurrir a la estrafalaria estrategia o desesperada medida que en su tiempo usara aquella legendaria folclórica y pediría, como Lola Flores pidiera, a cada vecino o vecina, un euro o peseta para reunir el importe en que la demandante ha cifrado el coste de la afrenta.
Nunca hubiera imaginado o soñado, ni en la fantasía, pesadilla o pensamiento más disparatado, que un sencillo papel con un nombre marcado, habría causado un daño moral tan desproporcionado, con una supuesta ofensa, que da rienda suelta a una enfermedad mental que dura ya varios años y que presumo eterna.
Al parecer, era tal la molestia y el ruido generados por el chiringuito del río, que las secuelas que arrastra por lo padecido, habiendo transcurrido días, semanas, meses y años, todavía no se ha recuperado de lo sufrido. Al menos, eso argumenta en el certificado médico que se aporta en la querella como prueba, aunque para hacer honor a la verdad, soy yo mismo, el principal causante de esa “presunta” o “teatral” enfermedad mental, por la que tendré que pagar doce mil euros o, lo que es lo mismo, dos millones de las antiguas pesetas.
Sin ser un médico experto en salud mental o un siquiatra con experiencia en asuntos de la cabeza, me parece que el principal síntoma que se muestra en esta dolencia es mucha cara, teatro, comedia o un exceso enfermizo de geta.
Sin olvidar o negar, por supuesto, la presunción de inocencia, ni la validez y vigencia de diagnósticos o pruebas médicas. Habrá que dilucidar si, de haberla, esa pretendida enfermedad mental y sus consiguientes secuelas, son de ahora, sí serán falsas o ciertas y sí las causaron mis actos y afrentas o venían de fábrica y son genéticas.
Ya sabes JJMAR, los chistes a veces son ciertos, el alcalde aquel ebrio que quería meter el coche en el Ayuntamiento aunque ve que no cabe por la puerta, y dijo hombre como no cabe si ha salido de ahí, Pues tu con tu casa igual, si ha salido del Ayuntamiento, pues ahora que entre, si total es nuestra.
ResponderEliminartiene la caca fuera
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