FANDANGOS

De la mano de Pilar del Río y José Saramago, me he sentado a la mesa con intelectuales y artistas de un primerísimo nivel contrastado. Escucharlos fue un auténtico lujo y haber intervenido en su conversación habría sido, por mi parte, una osadía imperdonable. Así que siempre entendí y con discreción asumí, el lugar que debía ocupar y aprendí que uno no debe hablar cuando nada puede aportar. Lo contrario es fruto de la imprudencia total, que demuestra una desmesurada idiotez o una inconsciente temeridad.

Lo que es cierto y real, en la experiencia de oír, ver y callar; de lo que presumo y asumo como un rico y genial bagaje vital, es de haber sabido escuchar en silencio y de intentar aprender de la sabiduría y experiencia de los demás. En todo caso, lo que como consejo puedo dar con humildad, es que conviene hablar cuando uno tiene algo que aportar y que nunca es buena amiga o compañera la incontinencia verbal. Algo se yo del error demencial de hablar por hablar, esa es una torpeza a la que no soy ajeno y a la que nadie, alguna vez, escapa en realidad.

Para poder hablar, sin faltar a la rigurosa verdad, hay que asumir y aceptar que las palabras vertidas o la justificación que con ellas hacemos para avalar nuestras decisiones, no pueden estar sustentadas en las medias verdades o la falsedad. Digo esto al conocer la verborrea indecente que emplea algún Concejal, que se disculpa, con tono grandilocuente y aparentemente amigable, asegurando que él no es responsable de un controvertido despido o feo desplante. La culpa, siempre huérfana y ajena, será de otro, nunca suya y así lo jura. Por eso se apresura a buscar una cabeza de turco que, sin merecerlo o ser culpable, la asuma.

¿Alguien se cree de verdad que un Concejal no es cómplice o está informado de las decisiones que toman un Alcalde o su Equipo de Gobierno Local?

Lo de este Concejal, es lo que se viene a denominarse como un “brindis al sol” absolutamente banal. Es la pobre y debilitada excusa que usa, como triquiñuela o coartada, para escurrir el bulto y cargar en lomo ajeno su propia y exclusiva responsabilidad en lo que se ha hecho objetivamente fatal. Me refiero a quien permite que se despida a un empleado municipal a sabiendas de que se procede de forma irregular y después se apresura a visitarlo en su casa para excusarse y mostrar su sorpresa, inocencia y perplejidad, por la vulneración de un derecho laboral tan elemental. De quien Gobierna se espera que como un “palo” aguante su “vela”, aunque eso en nada consuela al que, con una injusta y vengativa patada en el culo, en la calle se queda.

Hace falta valor, mucho valor, para no asumir tal error e intentar esconder el desaguisado de haber pisoteado los derechos de un trabajador, culpando a algún funcionario sin recato o pudor.

Esta es, señoras, señores, caballeros, damas y público en general, la realidad de esta “democracia real”, tan artificiosa y teatral.

No me extraña que al que parió la idea y creó este engendro para gobernar como fuera, no le quede otro bochornoso remedio o vereda que callar y hacer “mutis por el foro”, pues cada día deber ser más difícil justificar o abalar a un “monstruo” que se ha desbocado y que ya nadie puede sujetar o frenar.

Lo que se viene a demostrar, es la sangrante realidad que como resultado habrá cuando se pretende sumar con quienes sólo son capaces de restar nada más.

Más vale sentarse, escuchar, aprender y callar que considerarse a sí mismos como sabios tocados por el dedo divino de la infalibilidad, para al final, con tanto “hablar por hablar”, hacerlo tan manifiestamente mal. Con ellos la suma o la resta da igual, cómo no hay lógica o inteligencia para sumar y restar, el resultado obtenido siempre será el de errar sin parar.