Desde un lugar de nuestro pueblo Desde un lugar de Nuestro pueblo: OFENSAS, OFENDIDOS Y OFENSOR.

martes, 23 de agosto de 2011

OFENSAS, OFENDIDOS Y OFENSOR.




¿De qué o quien escribo esta tarde?

De ti no, bobo, aunque me digan que lo pides a gritos con tus aspavientos sin gracia  o con la ramplonería y simpleza de  tu mala follá de Casildo.  Ni buscándola encuentro motivación  para darte más cancha y dedicarte un valiosos y escueto  segundo de mi vida o mi tiempo. No te preocupes, llegado el caso tendras tu momento. Además, ya te regalé los oídos con algún comentario o aviso. No me pidas que me rebaje al  nivel de  tu escasa inteligencia y gracejo, porque  eso es, al fin y a la postre, arrastrame y descender al ras del suelo.

Me acabo de acordar de una reunión muy curiosa, pedida por un ofendido a un alto cargo de la Subdelegación del Gobierno y principal responsable de mi Partido. En aquella reunión celebrada en Granada, se trató de enmendar, encauzar y dar término al conflicto o refriega entre capitán, capitana, hermana y mi menda. Yo preparé la reunión a conciencia y aporté abundante documentación que desmontaba el castillo de naipes o arena de supuestas afrentas del que pidió la reunión. No negaré que lamento la situación actual con esta persona en concreto, no tengo de ella mala opinión, ni creo que sea mal profesional o mala persona. Cambia la cosa si hablamos de la cuñada o la esposa. El caso es que de aquella reunión, ofendido, mediador y ofensor, obtuvimos una impepinable  conclusión de que de las afrentas, persecuciones u ofensas esgrimidas por este señor, no hay evidencias reales que sustenten tal opinión o  motivo para el conflicto o el dolo que justifiquen la saña y la rabia de tan enconado rencor.
El ofendido tuvo que reconocer ante el respetado mediador que no hay, ni se sostienen, tales ofensas infringidas por el presente y presunto ofensor. Muy al contrario quedó en evidencia, avalado con documentos incuestionables y ciertos, que el ofensor no ofendió, sino que más bien ayudó a levantar el negocio del ofendido y a facilitar su labor. De esto no solo doy fe yo, aunque sea quien sufra las iras de cuñada, esposa y del citado señor, también corroborarán lo que digo funcionarios y técnicos municipales, si pudieran dirían, sin faltar al deber de sigilo, si es de ellos o mía la ofensa, la culpa y la consiguiente responsabilidad de la presunta ofensa o error.
Se olvidaron muy pronto de la complicada y farragosa tramitación del controvertido expediente de un proyecto que nació de un enrevesado embrollo que no gestioné yo. Otro Alcalde ostenta la autoría del lío a que me refiero, yo solo fui el responsable, con más paciencia que el santo Job para aguantar los dolores y desamparos de soportar a diario las exigencias de hermana, marido y esposa, el que legalizó y apoyó el proyecto del exitoso negocio de este plantío rincón.
Dolió que publicara el nombre de la autora de aquella denuncia que malogró la apreciada fiesta miguera el pasado verano. Tanto ofendió que salieran a la luz  los argumentos y autoría de la denuncia contra  estos veraniegos festejos, que fue objeto de una querella de la presunta ofendida contra el presunto ofensor, que, mucho me temo, no es otra persona que yo. 
El ofendido tuvo que reconocer, con un cierto bochorno y rubor, que hasta el aciago día en que se suspendió la popular fiesta de las migas, la actuación del considerado feroz enemigo, fue exquisita, positiva y de reconocido valor.
Llegará el momento, no pasará mucho tiempo para que esto se cumpla, en que se examinen con luz y taquígrafos los entresijos de acuerdos, contratos, obligaciones y derechos en los  documentos de compras y ventas que son el origen de los polvos que han dado lugar a estos lodos.
No albergo esperanza de que encontrar la ocasión oportuna de encauzar o enmendar el conflicto presente entre  quienes se ven a sí mismos como ofendidos y el que ostenta el inmerecido título de presunto ofensor.
Eso no supone que haya rigor en los motivos esgrimidos en esta supuesta afrenta, ni es garantía o aval de la veracidad  de la pretendida ofensa entre  los ofendidos y yo.
La moraleja es difícil de ponderar para extraer una conclusión objetiva, si a caso una demoledora verdad,  de nada vale la buena fe y el esfuerzo dilapidado con gente que todo lo quiere,  cree que lo merece todo y que pelea para que solo para ellos salga la luna o el sol.
Concluyo, convencido y con la conciencia tranquila, que en el caso que nos ocupa,  los ofendidos no son hermana, marido o esposa, el ofendido soy yo, solo yo y exclusivamente yo.

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