POLITICA Y POLITICOS

Decía Groucho Marx que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Desde luego es una opinión que merece una concienzuda reflexión y que ofrece una idea demoledora de lo que puede llegar a ser la gestión de lo público. La evidencia me obliga a compartir esa opinión ante algunos ejemplos que ofrecemos los políticos, conscientes o no, en nuestro trabajo como gestores políticos. Aunque haya ejemplos a miles que constatan la opinión referida, tampoco faltan experiencias de lo contrario, que dignifican y dan sentido a la política y al trabajo de los políticos.

Es recurrente y fácil meter  en el mismo saco a todos los políticos, pero como en todos los ámbitos de la sociedad y la vida, de todo hay en la viña del señor. Pero, lejos de ser un mal necesario, los políticos y la política son tan dignos como necesarios. Nunca imagine que llegaría a ser el Alcalde de Castril y mi llegada al cargo fue una carambola que nadie, tampoco yo, esperaba, aunque lo hubiera soñado y, a la postre, haya sido una de las etapas más fructíferas y felices de mi vida. Soy consciente de lo logrado y nadie puede quitarme ese honor. Ni siquiera las sombras y defectos o fallos pueden ocultar la evidencia del cambio que ha experimentado nuestro pueblo y eso, amigos míos, me demuestra lo mucho de bueno y necesario que hay en la gestión de lo público. Si hay algo que he aprendido en estos años es a valorar a todos y cada uno de los Alcaldes que han desempeñado este cargo en Castril. Por eso no me dejé llevar por la tentación de dedicar tiempo, esfuerzos y energía en remover la “mierda” de mi predecesor y orienté mi trabajo en hacer aquello que creí mejor para el presente y futuro de Castril. Nunca lloverá a gusto de todos y gobernar trae consigo engordar en saco de los descontentos, que a menudo se convierten en feroces enemigos. Ya sabía y acepté que, como ocurriera al resto de Alcaldes, llevaría de por vida etiquetas y lastres que ni merezco, ni tienen justificación. Rara vez se considera como una persona honrada y honesta a un político y, mucho menos, a un Alcalde. Yo no iba a ser menos y mucha gente afirma o cree a pies juntillas que tras mi paso por el gobierno de Castril he forjado un ingente patrimonio en casas, fincas u otro tipo de propiedades. Nadie se preocupará de demostrar tal falsedad, ni tampoco servirá que lo haga yo. Da igual la insidia o la inconsistencia de tales argumentaciones. Lamento defraudar, no hay, ni poseo más bienes que los que ya tenía y compré antes de ser Alcalde y, como ya he dicho en alguna ocasión, regalo con gusto todas y cada una de esas supuestas fincas, casas o chalet, en Italia, Japón, Cabo Verde o en el país, ciudad o pueblo en que me los adjudican, a quienes puedan demostrar su existencia. Hasta que este tipo de cosas no tengan cabida, ni sean sobreentendidas como algo inherente a la función pública, se seguirán denostando y poniendo en duda el trabajo y la honestidad de quienes optan por dedicar su experiencia y su esfuerzo a trabajar por el bien común. Me diréis que hay muchos ejemplos que rebaten lo que digo y es verdad que la corrupción es un gravísimo problema y una lacra deplorable de políticos y política, pero no todos somos iguales, ni  es sano meter en un mismo saco, generalizar y sembrar de dudas, desconfianza y sospechas a todos los políticos y a la política en general.

Uno echa de menos la presunción de inocencia y lamenta sufrir, de por vida, la condena de las injurias y el consiguiente descrédito, sin más eviencias, pruebas o indicios que los que produce la extendida inercia de presuponer a un político o, en este caso, a un Alcalde, la etiqueta o la mancha que van, sin remedio, aparejadas al cargo y que, según esa aviesa opinión,    presuponen conductas indignas, delictivas y deshonestas.