miércoles, 30 de noviembre de 2011
LA NAVE TE ESPERA, COGE LA TARJETA DE EMBARQUE
Acabo de recibir y conocer una noticia estupenda y muy bien recibida, sobre la que tendré que decidir deshojando una margarita.
Se me presenta un dilema que me obliga a tomar una decisión decisiva y crucial en mi vida. Me ofrecen un empleo que me obligará a residir en otro país y en otra ciudad. Como para Hamlet, la cuestión para mí está en si será o no será, si aceptar o no aceptar. No es nimio el dilema, ni chica la disyuntiva que se me plantea.
No diré más, por si, como le pasa a los artistas, por decirlo o hablar en exceso, la propuesta se gafa, se la lleva el viento como a la hojarasca y se queda en aguas de borraja.
Me ilusiona intuir o adivinar y me gustaría espiar desde una rendija, como se frota el Alcalde las manos, de alegría y contento, al pensar que pudiera perderme de vista, si la cosa prospera y acepto el empleo y el puesto.
Ya lo advierto, esto es todavía una propuesta o un incipiente proyecto. Pero, de momento, me ilusiona tener otro horizonte distinto y nuevo, al que me ofrece mi pueblo.
Como lastre pesado, el que más me frena y me hace dudar de si el cambio es o no acertado, están, la casa, la familia y, sobresale, la querencia por los vecinos y vecinas del pueblo, aquellos que confiaron en mí y me piden o quieren que no renuncie a gobernar y trabajar nuevamente desde el Ayuntamiento.
Pero también cobra fuerza la oportunidad de trabajar en aquello que mejor conozco, para lo que estoy más preparado, lo que me gusta, enriquece y realiza y lo que más feliz me haría. Lo mío es la gestión cultural, aunque también me guste, me llene y disfrute con la gestión municipal.
Vivir en Castril es un lujo del que pocos pueden presumir y disfrutar, pero tampoco está mal vivir a caballo entre Lisboa y el resto de ciudades o países de una extensa red cultural.
Puede que la noticia sea tan sorpresiva, increíble y emocionante que, en este momento, mi imaginación sea desbordante ante un reto o expectativa tan decisiva e ilusionante.
Sean cuales sean mis planes y la decisión por la que opte en su momento, hoy por hoy, todavía estoy aquí y seguiré en mi puesto o labor como un Concejal castrileño que no gobierna, pero que aspira a gobernar y aspirará al gobierno del pueblo.
¿Sí os pido consejo? ¿Cual será? ¿Me voy o me quedo?
Sr. Alcalde, a usted no se lo pido, ni con usted me aconsejo, pues ya sé que, si de usted dependiera, yo ya estaría bien lejos, en la Conchinchina, en Siberia o en el mismísimo infierno.
martes, 29 de noviembre de 2011
VANIDOSO YO.....
Ernesto Sábato decía que la vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados. Este sí es un defecto extendido, del que muy pocos quedan salvados.
Debo ser vanidoso, lo confieso, pues yo he pensado más de una vez, cómo y de qué mérito o valía será el rastro que deje cuando me abandone la vida, como sí pudiera verlo desde el cielo o desde las calderas de Pedro Botero.
Por si alguien no lo sabe, tendré que aclarar que cuando me refiero a este tal Pedro Botero, recurro a una forma coloquial de denominar al diablo y consecuentemente al infierno que sería su enorme caldero, de allí la expresión “las calderas de Pedro Botero”, relacionado con un infierno flamígero, físico y verdadero.
Aclarada la expresión, quede claro que eso de ir al infierno y cocerme en la caldera este cocinero apellidado Botero, es solamente una forma guasona de hablar. Aunque este Alcalde me tilde de “demoníaco” e “infernal” y piense que arderé sin remedio, o debería hacerlo, en el infierno.
En realidad, lo cierto es que ya vivimos en un averno, "demoníaco e infernal", en el que ardemos por pecar dando lugar a una gestión municipal, en la que el Alcalde, para no ser menos, es el mismísimo Pedro Botero, claro está, por vanidad.
Por propia experiencia se que la mejor y más segura cura para la vanidad es la soledad. La cuestión a tener en cuenta es sí esa soledad, reparadora y medicinal, es obligada u obedece a una opción personal.
Lo que yo pienso y entiendo, como verdaderamente cierto, es que la vanidad no es otra cosa que el amor propio puesto al descubierto.
Como solución a la falta de liquidez y dineros para sufragar tantos sueldos, habría una manera para que el Alcalde de la localidad resolviera todos los problemas de la economía municipal; : implantar una nueva fiscalidad, con elevados impuestos a la vanidad.
Si algo se, me aplico y ejercito, sin poner cortapisa, es que la única curación contra la vanidad es la risa.
La mejor rehabilitación para un vanidoso es reírse de sí mismo, burlarse y desinflar, hasta ridiculizarlas, las ínfulas de grandeza, la petulancia y la arrogancia.
Como epitafio para el vanidoso, con lo que escribió San Agustín acabo y termino con la lucidez de su palabra;
“La verdad purifica; la vanidad mancha”.
HUBO UN TIEMPO EN QUE, SI SABÍAS GESTIONAR, PODÍAS ROBAR
“Que dos y dos sean necesariamente cuatro, es una opinión que muchos compartimos. Pero si alguien sinceramente piensa otra cosa, que lo diga. Aquí no nos asombramos de nada”.
Algo tan alocado tendría sentido, si hoy viviera en Castril un poeta tan reputado, como era Antonio Machado, que es el autor del fragmento citado.
Pero, aunque el poeta presuma de un arranque de “tolerancia” al admitir el dilema, me inclino a pensar que lo que en verdad encierra la parrafada, es retintín, ironía y mucha guasa.
Por más que algunos se empeñen en demostrar lo contrario, dos y dos, siempre serán cuatro. Y cuando las cuentas no cuadran y los números cantan, no hay saca, chistera, bolsillo, ladrillo, faltriquera o saco, del que sacar el dinero que obre el milagro.
Tarde o temprano se toparán con la demoledora realidad de que de dónde no hay, nada se puede sacar, ni hay tanta leche que ordeñar de la teta del presupuesto municipal.
Hubo un tiempo en que, si sabías gestionar, se podía gastar, pero lo cierto es que lo que ahora toca es ahorrar, ahorrar y ahorrar. Los años de vacas gordas se esfumaron y aquellos derroches nos pasan una factura que nos conduce a vivir tiempos peores. Por eso no sirven las comparaciones, pues ya no es tan fácil recibir fondos y apoyos de otras administraciones, ni es posible mantener los gastos de antaño o las previsiones para financiarlos.
La realidad es que no hay presupuesto que cubra tantos sueldos a cargo del erario municipal, tampoco vendría nada mal recordar que en mi etapa al frente del Gobierno Local, solo cobraban un sueldo el Alcalde y una Concejal, a tiempo parcial. Cosa distinta será que, con la capacidad demostrada para conseguir subvenciones y ayudas, hubiera mucha más gente contratada como personal temporal, cuyos sueldos no salían del presupuesto municipal.
Cinco Concejales, cada uno con un sueldo que se acercará a 1800 euros mensuales por su dedicación total, lo que cobre el Alcalde (que solo él sabrá a cuanto asciende y en que concepto lo percibirá), el pico que cobrará la asesora legal, lo que cobrara la otra asesora, de forma presuntamente irregular, las remuneraciones de monitores de deportes, inglés o música, lo que cobre el cualificado asesor medioambiental, sumado a algunos estipendios más para pagar favores, dan lugar a un montante de dinero total que no hay economía municipal que los pueda pagar o soportar sin quebrar.
Esto no durará, ni siquiera gastando unos fondos que no se deberían tocar, pero que este Alcalde tocará sin dudar para mantener o arrogarse una discutible y cuestionable autoridad para gobernar.
Es una demoledora obviedad que mantenerse en el cargo y gobernar lastrado por esta particular realidad, además de llevar al Consistorio a la quiebra total y hundir la economía municipal, evidencia y demuestra una falta absoluta de honradez, ética política y moralidad.
Es lo de siempre; pura “democracia real”.lunes, 28 de noviembre de 2011
LOS DOS PAJARRACOS
Alguien dijo una vez que hay un límite en que la tolerancia deja de ser virtud para convertirse en una rémora intolerable, digo esto porque no es fácil dirimir cuando lo tolerable se torna en insoportable y en qué momento hay que alzar la voz y denunciar aquello que claramente no se debe permitir, por más que algunos se empeñen en que ciertas barbaridades son asumibles y permisibles.
Sólo podría entenderse que el Alcalde tuviera sólidos motivos para arriesgar un proyecto como la rehabilitación del Castillo de Castril utilizando los fondos destinados a esta obra en otros fines, en el caso de situaciones de gravedad o fuerza mayor, ahora bien, es intolerable que se esté usando ese dinero de manera arbitraria e inconsciente, a sabiendas de que no habrá forma humana de reintegrar esos fondos y asegurar la integridad del proyecto
Durante la campaña electoral de las pasadas elecciones municipales, me canse de escuchar de boca de algunos de los actuales componentes del Equipo de Gobierno Local, que el proyecto en cuestión y los fondos que conseguimos para llevarlo a cabo del Ministerio de Fomento, eran un capricho personal y que la rehabilitación de uno de los bienes patrimoniales más importantes de Castril no era una prioridad. Tal argumentación es una absoluta barbaridad.
En este sentido hay varias cuestiones que sería bueno aclarar:
La primera es que el Ministerio de Fomento cuenta con una línea de ayudas públicas, a través del llamado 1% Cultural, por la que se financian obras de rehabilitación del Patrimonio Histórico. El Ayuntamiento de Castril presentó y peleo el proyecto de puesta en valor del Castillo de Castril, contra todo pronóstico consiguió la financiación necesaria y al final de la legislatura pasada ya se nos ingresó una parte importante del 1.800.000 euros que costará esta actuación. Lo que hay que tener en cuenta es que el Ministerio de Fomento sólo da este dinero y destina estos fondos a obras relacionadas con el Patrimonio Histórico y su destino, por tanto, solo puede ser ese y no otro.
La segunda cuestión es que el incumplimiento del acuerdo firmado entre el Alcalde de Castril y el Ministro de Fomento es de obligado cumplimiento y no admite componendas o cambios en el proyecto a ejecutar. No cumplir con lo acordado es lisa y llanamente un suicidio para la economía del Consistorio.
En tercer lugar, sí no se justifican correctamente los pagos y en los plazos estipulados, se perderán los fondos, se bloquearan los siguientes ingresos de fondos y, lo que es más grave, se tendrá que reintegrar o devolver todo el dinero. Algo que llevará a la quiebra al Ayuntamiento de Castril.
Finalmente, es importante entender que la puesta en valor del Castillo de Castril, lejos de ser un capricho personal, supone la culminación de un proyecto integral que colocará a Castril como un referente turístico de la provincia y de Andalucía. El Monumento Natural de la Peña de Castril está enclavado en el corazón del Conjunto Histórico castrileño y es, sin duda alguna, el principal valor de la oferta turística del municipio. A su alrededor se distribuyen otros equipamientos de destacable interés e innegable potencialidad, pero para que esta oferta turística quede completa y compacta, es primordial restaurar, poner en valor y abrir al público con todas las garantías de seguridad y calidad, el Castillo de Castril y su entorno. Es decir, la Villa Alta, la Lonja y las Peñas.
Los castrileños y castrileñas deberían compartir conmigo la preocupación por la puesta en grave riesgo de la continuidad e integridad de este importante proyecto, una iniciativa que es, sin duda alguna, la actuación más importante que se desarrollará en Castril en su historia y que este Alcalde parece empeñado en truncarla.
Por eso, en este caso, como en otros muchos, la virtud está en mostrarse intolerante y protestar ante este desafortunado desatino que tendrá, como consecuencias aseguradas, la imposibilidad de recuperar uno de los lugares más emblemáticos de Castril y la quiebra de la economía municipal.
Si no me equivoco y conste que, en este caso en concreto, me gustaría no estar en lo cierto. No es desdeñable la advertencia que lanzo al Alcalde, ni sería prudente no valorar la evidente gravedad de vulnerar impunemente la legalidad, consciente y alegremente.
Para nuestra tranquilidad, sería conveniente, deseable y esencial, que el Alcalde y su Equipo de Gobierno Local, ofrecieran las explicaciones pertinentes y permitieran que se pudieran conocer y auditar, el estado real de las cuentas y fondos de un proyecto municipal tan estratégico y esencial.
O lo que es igual, más “transparencia” y “democracia real” y menos, bla, bla, blá,….bla, bla, blá……..
ASÍ SE FUMA PACO
De seguir por esta vereda o zigzagueante caminito, Don Paquito echará humo y perderá la paciencia, ante la ausencia de la prometida transparencia.
Espero que la opacidad del Equipo de Gobierno Local, no sea una cortina de humo generada por su propio puro.
¡Qué fácil es criticar o ver la paja en el ojo ajeno y mirar a otro lado o estar cegado por la viga de los errores e incumplimientos que le nublan la visión de sus propios fallos!
¿Tan difícil o complicado es dar a los vecinos cuenta y datos detallados de los sueldos que cobran Concejales y allegados?
¿Es exagerado pedir explicaciones convincentes sobre los gastos reales que suponen unos cuestionables asesoramientos legales?
¿Hay desatino cuando conmino al Alcalde a que revele el procedimiento empleado para arreglar, por ejemplo, un camino?
¿Son desafortunados los deseos de conocer la procedencia de los fondos usados o los proyectos redactados y la legalidad de actuar con criterios presumiblemente arbitrarios?
¿Es desproporcionada la preocupación que manifiesto de que se esté poniendo en grave riesgo la continuidad del proyecto más importante que se ejecutará en nuestro pueblo?
¿Será mucho pedir que el Alcalde asegure, sin resquicio o margen de duda, que no ha gastado en otro concepto, el dinero de la rehabilitación del castillo roquero, ingresado al Ayuntamiento por el Ministerio de Fomento?
D. Paquito, mi querida eminencia, entre calada y calada y bocanadas de humo, ármese de paciencia, pues era cuento o un bulo sin consistencia, aquella promesa de transparencia.
domingo, 27 de noviembre de 2011
LA CHISMOSA DE LOS CHAVOS
Hay algunas “marujas” metomentodo y chismosas con las que más vale tomar distancias y no meterse en sus cosas, aunque en realidad, el problema es que son ellas las que se inmiscuyen en cuestiones ajenas. Hoy me acuerdo de una adicta al “marujeo”, que me brinda muy poca consideración o respeto y que vive en los Chavos, para ser más concreto.
Se me antoja revelador y curioso el distinto rasero con que se alaba o critica la gestión de un Alcalde, en función del afecto o demérito que la criticona le tenga. Así, lo que era objeto de feroz crítica en la gestión pública de uno, en otro es alabado como si su actuación fuera bendita, siendo la misma. Un buen ejemplo de esto es el curioso argumento de esta maruja, para ella, mi sueldo de Alcalde era desproporcionado y escandaloso, pero que ahora haya seis, siete u ocho sueldos, con el mismo concepto, es algo necesario, lógico o decoroso y le parece perfecto.
Hace tiempo que me rendí ante la intransigencia y poca conciencia de alguna gente, a la que no se convence que por más que uno se esfuerce, empeñe o lo intente. Si le bajaras la luna o el sol y se lo ofrecieras como presente, no serviría de nada, ni encontraría nada positivo o reluciente, sencillamente porque de tu mano proviene.
No es un secreto que el deporte más extendido en el pueblo es el de darle a la lengua, criticar sin freno y escupir e inocular veneno. Este es un insano ejercicio para el que no es necesario gastar demasiada energía o calorías, ni requiere mucho esfuerzo. Será por eso que nadie se libra de practicarlo en exceso y por lo que todo el mundo cabe en ese saco rastrero. Yo, el primero.
Dice un recurrido refrán; “Qué de agua mansa me libre Dios, que de la brava me guardaré yo”. Nadie dirá que esta no es una consideración bastante acertada y que es mejor, más sana y valiente, la gente que va de cara y dice las cosas de frente, que la que esconde tras una careta de fingida dulzura, con buenas maneras y templada apariencia, su ponzoña, inquina y mala uva.
No tengo duda ninguna de que todo el mundo conoce o padeció su viperina furia y se topó más de una vez con una deslenguada y desocupada maruja. Digo despreocupada o sin oficio, porque este es el estado idóneo y preciso que la “maruja” usa a su favor como beneficio. A mi parecer, si la maruja tuviera algo que hacer, serían menos sus preocupaciones, engorros y penas, por criticar, juzgar y controlar, en vez de la suya, las vidas ajenas.
Para un proceder tan mezquino y abyecto, ante la “maruja” y su “marujeo”, nos reconforta y queda, como único consuelo, que con su afilada lengua sólo consigue arrastrar por el suelo su prestigio y valía personal o ganarse el escaso mérito de carecer de estima, respeto y crédito ante los vecinos del pueblo.
Y, aunque yo me refiera a una “maruja” chavera en particular, lo verdadero, cierto y real, es que, como ella y a nuestro pesar, hay un ciento o millar.
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