CENTRO.J.S

No es que esté extrañado del cariz y rumbo que están tomando las cosas en Castril, podría hablaros de mil temas y enrevesados asuntos, pero, en realidad, lo que me impulsa a escribiros tiene por objeto y es fruto de la necesidad que siento de pediros disculpas y haciéndolas llegar a cada uno de vosotros, ofrecérselas también a Pilar. Lo cierto es que me siento abochornado e involuntario culpable de cuanto está ocurriendo con el Centro José Saramago y el descrédito y escarnio público que está sufriendo Pilar y, por extensión, toda su familia. Os parecerá una solemne tontería o una más de mis muchas “inconsistencias”, pero me preocupa y, por tanto, importa, la opinión que tenéis de mi y la valoración que os merecen mis actos y el fruto, bueno o malo, de mi gestión y trabajo. De cuanto ocurre, por encima de todo, me preocupa el daño que se está haciendo a Pilar y me siento absolutamente responsable, sea o no culpable.

Hace tiempo que perdí las ganas, energías y la ilusión de pelear y responder con vehemencia, argumentos y razón, a tanta infamia y escarnio, lo cierto es que los ataques, la profusión de frentes abiertos y los despiadados odios que suscito, además de doler, me tienen desconcertado, pues en mi conciencia no encuentro el origen o la razón de tan virulentas animadversiones. Al final habré de creer y admitir derrotado que he debido hacer las cosas muy mal y que mi percepción o el mundo en que vivo y me desenvuelvo, no es real o, cuando menos, no es comprendido, ni valorado, ni reconocido.

No os escribo en busca de la redención por mis fallos, que al parecer, apilados, superan a la más alta montaña, ni pretendo hacer del momento el perfecto guión de una triste película o componer un lastimoso drama como pretexto. El motivo, el verdadero y sincero, es pediros disculpas, a cada uno de vosotros y vosotras, por el bochornoso espectáculo que los castrileños, del último al primero, tambien yo en ese saco me meto, estamos dando con tan poco tino y acierto.

Soy realista y asumo que la información que os llega, a mi entender sesgada, vengativa y turbia, no me deja en buen lugar, no me es positiva o me desdibuja. No pretendo, por tanto, colocarme en medio o servir de razón, para enfrentar a unos bien avenidos hermanos, generando con ello una innecesaria tensión. Llegado a este punto, lo que tengo claro y me parece oportuno, es reiterar mis disculpas por el daño que advierto y que es resultado de esta lamentable situación que quizá yo he creado.

Como afecta a Pilar y le causa dolor, en mi opinión, del primero al último de sus hermanos y hermanas, en lo que me toca, lo que me provoca, es pediros perdón.

Hay poca verdad en lo que se esgrime y en la aviesa intención de tales acusaciones, reproches y ataques feroces. No cometeré la torpeza o la indignidad de no asumir mis errores, que los habrá, esa es la pura verdad. Pero, sea como fuere, lo que ni hubo, ni hay, ni habrá, es la intención voluntaria o consciente de ser el medio, motivo o la causa con que hacer daño a Pilar.

Como constato y sospecho que el daño está hecho, la mala conciencia me pesa, pues nunca imaginé, ni en mis peores pesadillas o malos sueños, que viviría y sería responsable de tales entuertos.

Dice Pilar que me equivoqué en el sueño de un Castril diferente y moderno, que nunca tuvo, ni hay remedio y que por mucho que alguien persista en ese empeño, tropezará con un duro e insalvable muro que le parará en seco, que pondrá final punto y condena, al soñador osado, a guillotinado degüello. Al efecto usaran, sin remordimiento o denuedo, cualquier arma, munición o medio con que frenar, hundir y quitar de enmedio, al que albergue tan iluso sueño.

Debe ser cierto, pocas veces yerra Pilar en su certera opinión o sensato consejo. Yo erré y pago por ello, lo que ocurre es que por mi fallos y mi desacierto, también paga ella, sin merecerlo. Como no lo merece, ni es justo que para dañarme, también se ceben con ella, se hace más dura la mella, más profunda la herida, difícil la cura e insoportable el sentimiento de ser culpable del sufrimiento que sienta ella.

Solo quería expresar, con la torpeza de siempre, lo que me preocupa y me duele. Al hacerlo, al ser sincero y mostrar, aunque un cardo borriquero sea, mis sentimientos. No lo puedo evitar, os considero como de mi familia y, a mi modo, os quiero. Por eso os escribo, aunque no me creáis y os parezca oportunista, charlatán o un pájaro de cuidado y mal agüero.

El presente y futuro, al mío me refiero y a lo que llegue con ellos, es turbio e incierto. Por eso, hoy más que nunca, lo que uno necesita y busca es el afecto. Yo sólo espero contar con el vuestro.