Se acabaron toros y fiestas, poco a poco se desmonta la plaza, desaparecen los rastros de días felices, los excesos y el desenfreno. De tal algarabía ya solo quedan “ruinas” y olor a mierda. Ese hedor nauseabundo, esa peste a caca de vaca que impregna el ambiente, es el preludio del tufo que, tarde o tempano, es previsible que a todos nos llegue.
Lo que toca ahora, cuando se desvanece la excitación de los días de diversión y el jolgorio, cuando los efluvios etílicos dan paso a la resaca, cuando la realidad cotidiana se hace evidente, es volver a la vida y encarar el triste presente.
Ahora toca guardar en el baúl o en el arca, con alcanfor y pastillas de naftalina, el negro chaleco de franela, el sombrero de ala ancha y la blanca camisa. Hasta el año que viene, pues al siguiente será otro el Alcalde y habrá acabado el “reinado” de Miguel Pérez, “El Breve”.
No abusaré más de la broma de la brevedad de este Alcalde, que cual yogur de Danone tiene fecha de caducidad que un límite le impone, vayamos a que nos castigue Dios y para rato haya Alcalde, sombrero, chaleco negro, blanca camisa y desbarre.
Cosas más raras se han visto, pues también es raro, raro, raro, que un día yo fuera Alcalde.
José Juan Mar, eres más envidioso de lo que pensábamos en castril, como es posible que hayamos tenido nueve años tal personaje de alcalde.
ResponderEliminarClaro que fuiste alcalde, engañando a los concejales del coino y luego dejandolos tirados. Es decir actuando de la unica manera que tu sabes hacer.
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