¿ QUIÉN RESTITUIRÁ MI HONOR ?

A aquellos que son muy dados a mirar por encima del hombro y aficionados a juzgar a los demás, les diría que cuando apuntas con un dedo, deberías tener en cuenta y recordar que llegará un día en que otros dedos te señalarán a ti. O quizás aquello de que cuando escupes hacia arriba en la cara te cae la saliva.

Lo dice quien ha sido tan dura y profusamente juzgado, el que ha soportado innumerables injurias y ha visto su honor mancillado.

Y si es cierto que uno es inocente hasta que se demuestra lo contrario, porqué se me juzga y condena como culpable, cuando nadie ha podido dar cuenta o aportar alguna prueba que desmienta mi inocencia. Por ejemplo, en referencia a las propiedades y riquezas, de ilícita o dudosa procedencia, que me achacan falsamente, con descaro y sin recato o prudencia.

¿Quién restituirá mi honor sí, con la verdad, la mentira se demuestra?

El que el bulo invento y aquel que después lo extendió, como si fuera fiscal, juez o jueza; ¿En esclarecer la verdad empleará la misma altivez, que empeño mostro en ensuciar mi honor y honradez?

Ya lo sé, No, es la respuesta.

Ahora que podría ser juez y es otro el juzgado o que juicio merezca, se lo que molesta que al que señaló con infame inconsciencia, otro dedo le apunte y señale. Duele y le debe doler, que ahora sea a él, al que juzgo sin ser juez, a aquel que condenó sin clemencia y acusó con falsedad y vehemencia, el que sufra esa penitencia.

En la vida todo, hasta la mentira, tiene su precio y, por eso, el que injuria y miente, es tan necio. Pues dispara hacia arriba sus dardos y, finalmente, se le clavan, por embustero, en su propio trasero.