ESTA VEZ LE TOCO AL COINO

Algunos no lo saben y se les nota, pero a veces, es mejor cerrar la boca y parecer idiota, que abrirla y demostrar que lo eres de sobra.

En la política, los políticos somos lo que hacemos, no lo que decimos, ni lo que creemos que somos. Por eso, un Alcalde debe llevar cuidado con sus hechos y acciones. Cuando llegué al Ayuntamiento y me convertí en Alcalde de Castril, me di cuenta de que no servía de nada mirar al pasado, máxime si este era malo y viciado. Lo que le importa a la gente y lo que cuenta es el presente.

Entonces no hice caso de aquellos que me exigían remover la basura, desenterrar los muertos y enterrar o acabar con el Alcalde saliente. Pero yo hice lo que creí más conveniente, que era avanzar hacia un futuro mejor para la gente, vivir el presente y mirar los problemas de frente. Lo que importa no es ser mejor o peor a los ojos de la gente, lo importante es ser tú simplemente, gobernar con un horizonte o meta y hacerlo consecuentemente.

Todavía me acuerdo de cuando el anterior Alcalde lavo la cara a las calles del pueblo, pintándolas por encima con alquitrán negro, sin arreglarlas por dentro y gastando el dinero tontamente. Este es un buen ejemplo de la mala gestión de un Alcalde o gobierno y es que las falsas apariencias son como los edificios, o como esas calles embadurnadas de negro, tarde o temprano se derrumban y se descubre lo mal que estaban por dentro y el engaño que se hizo a los vecinos del pueblo. Alguna legitimidad tengo para hablar y opinar al respecto, porque soy el Alcalde que más caminos y calles ha arreglado en el pueblo, con la diferencia de que lo hice a conciencia, por fuera y por dentro.

Digo esto, porque veo renacer esa fea afición a encalar las fachadas y esconder la mugre o la ruina, disfrazando lo viejo, sin adecentarlo o arreglarlo por dentro. En un pueblo turístico como este, las apariencias importan, lógicamente, pero lo verdaderamente importante es conseguir que esa buena imagen se obtenga actuando optimizando recursos, con lógica, buen criterio y empleando bien el dinero. No lavando solamente la cara, escondiendo con cal lo que está derrumbado o viejo.

Una vez escuche de boca de un malandrín, que se precia de ser el bufón de la corte o gobierno de Castril, que como cada Alcalde es recordado por la herencia que ha dejado. Según él, Rafael, por ejemplo, sería recordado por traer, para regar y beber, el agua fresquita del arroyo Juan Ruiz y yo, seré recordado como el Edil que arreglo las calles de Castril.

A mi corto entender, si es que mi tiempo como Alcalde ya ha acabado y afortunadamente para mí, hay bastantes logros más por los que podría o seré recordado, pues la lista es tan larga, como grandes fueron el esfuerzo y las ganas de trabajar por el pueblo.

Nadie me puede negar que en los nueve años que estuve al frente del Ayuntamiento castrileño, otro Alcalde hubiera sido capaz de realizar una gestión tan fructífera como la nuestra en el municipio de Castril. Para ello, tuve y conté con la confianza, el apoyo real y la complicidad, de los vecinos del municipio, por eso y solo así, logramos el cambio, positivo y profundo, de nuestro pueblo. Y, modestamente, en esto, yo tengo algo que ver, decir o presumir, como Alcalde que fui de Castril.

Siempre digo, con una mal disimulada contrariedad, que la política local es olvidadiza e ingrata, porque los vecinos olvidan, con una pasmosa facilidad, el trabajo, el esfuerzo o los logros y, por supuesto, los enormes desvelos que son necesarios para gobernar en un pueblo como el nuestro. Lo que yo veo en esta falta de admiración y respeto es la carencia del gratuito sentimiento del agradecimiento.

La realidad o la demoledora verdad de esta cuestión, es que un Alcalde siempre se irá por la puerta de atrás y sin reconocimiento por su gestión o, cuando menos, será tachado de ladrón, corrupto y cabrón redomado. Creedme cuando digo que en nada consuela pensar que han de pasar muchos años, para que los vecinos del pueblo puedan valorar o poner cada cosa en su justo lugar y así obtener un juicio mesurado del trabajo realizado o de los logros de la gestión que uno ha llevado a cabo cuando ha gobernado.

A pesar del empeño de algunos, sobre todo de este nuevo Gobierno Local, de ensombrecer y manchar mi labor al frente del Ayuntamiento, cuando repaso en mi casa los informes, fotos y datos, que detallan los logros conseguidos con mi gestión y en mi etapa como Alcalde de Castril, aun reconociendo y lamentando los errores que hubiera y cometí, solo puedo sentirme orgullo, honrado y feliz.

Orgulloso por lo logrado, honrado por la confianza con que los vecinos me han obsequiado y feliz de haber tenido el inmenso honor de haber sido el Alcalde de Castril, porque, sin duda, esos años son los mejores y más enriquecedores que me han tocado vivir.

Eso me basta o me sobra y con ello empequeñece y se aminora la desilusión o la pena por la ingratitud y el olvido que la política local conlleva, por desgracia, como injusta condena.

Cuando pase el tiempo, desconozco como será y de qué tono, el sentido de la opinión, el reconocimiento o el demérito y el juicio que merecerá mi gestión como Alcalde del pueblo.

Por ahora parece que hay que resignarse a que te odien por cómo, falsamente, dicen que eres y esperar pacientemente a que la verdad emerja y aflore, para que te amen por quien en realidad eres y te respeten como mereces. En definitiva y como “obras son amores y no buenas razones”, es de las obras reales y no de mentiras, intenciones vanas o falsas razones, de donde llegan el mérito y las flores.