SERÉ PROFETA EN MI TIERRA AUNQUE ME SALGA BARBA

No hay una afirmación más cierta que aquella que sentencia que nadie es profeta en su tierra.

Suele ocurrir en Castril, aunque desanime y sea demoledor, que, a quienes quieren traer “luz”, se les cuelga de un farol.

Con este argumento me refiero, por ejemplo, a que aceptamos de mal grado, criticamos y despellejamos, a quienes descuellan, trabajan o se empeñan, en un determinado proyecto, que beneficiaría a los vecinos del pueblo.

A menudo, somos muy dados a remar a la contra del “contrario” para que no avance el barco y nos esforzamos, hasta crucificarlos, en no mostrar reconocimiento o respeto a quienes se dejan el pellejo en el intento de navegar para mejorar un futuro bastante incierto.

Antonio Machado escribió algo sobre el tema, pero yo lo recuerdo a retazos, es una pena. Creo que el poeta, más o menos decía, que es propio de hombres de escasas miras y poca listeza, renegar y embestir, como un toro sin trapío o nobleza, contra todo aquello que no les entra o cabe en su cabeza.

Por si no queda claro, de quien hablo o por quien lo quiero decir, no es por mí, que también, en este caso, es por Agustín y su ilusionante proyecto de regadíos para Castril.

A quienes le tienen por ignorante, les diré, porque a ciencia cierta lo sé, que aunque no tenga estudios, sabe más y es más listo que muchos de los que presumen de carrera y título.

Con carrera o sin ella, él siempre tendrá lo que otros nunca consigan o tengan, la inteligencia que nace de la tierra, el afán de superación, el instinto de supervivencia y la valentía de quien lucha, sin complejos y a conciencia, por un proyecto común, fruto de una brillante idea.

Y, aunque hoy hablo de Agustín, también podría referirme a lo que, sin falsa modestia, me describe a mí. Pero eso, no soy yo, será otro el tendrá que decirlo, si es que se merece o puede decir.

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