Un Alcalde suele recordarse por su gestión, pero con el de ahora, mucho me temo, que el pueblo hará una excepción.
A mi modo de pensar, la capacidad o potencia intelectual de un Alcalde se mide por las dosis de humor que es capaz de utilizar para encajar las críticas, que en muchos casos y aunque duelan, están cargadas de verdad.
A pesar de la dureza de mis palabras, no puedo ocultar que las circunstancias no impiden que siga sintiendo un cierto grado de afecto por él, a Miguel Pérez me refiero, aunque para este Alcalde debe ser un infierno, que le causará enojo o tristeza, ser consciente de caerle bien a quien que te cae tan malamente.
Estas son las incongruencias e inconsistencias de las relaciones humanas y demuestra la fina raya que separa los odios de las querencias. Claro que el Alcalde me dirá; “Déjame tranquilo, olvídame y no me quieras tanto, que me matas con tanto cariño”.
Redundamos cuando decimos “amigo verdadero”, lo de “verdadero” sobra, pues no es un amigo el que no es sincero contigo o hay falsedad en su afecto.
La palabra amigo no necesita ser reforzada por ningún otro vocablo o adjetivo, pues si un amigo no fuera verdadero, no sería tal amigo y fiel compañero.
Teniendo en cuenta esto que escribo, mucho me temo que este Alcalde nunca fue, ni es mi amigo, de haberlo sido, nada de esto habría ocurrido, ni se habría tornado en mi mayor enemigo.
Alguien dijo una vez que un amigo verdadero es como la sangre, que acude a la herida sin llamarle, pero este Alcalde, al que un día consideré como un buen amigo, solo acudió a mí para apuñalarme.
Me desconcierta la duda de dar, o no, por buena, la enseñanza o moraleja que aprendiera a cuenta de esto de la amistad verdadera y que se deduce del siguiente argumento o dilema; “Cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena”.
No me digáis que no es demoledora y penosa la certera lección que tal sentencia encierra.
Por mi experiencia, que es extensa en lo que se refiere a pretendidos amigos que no lo eran, a la amiga que doy preferencia y conservo como mi mejor compañera, la más fiel, limpia, reconfortante y verdadera, no es otra que la buena CONCIENCIA. No necesito redundar para afirmar que esta sí es una AMIGA con todas las letras.
Una vez, hace tiempo, me dijo el Alcalde que un amigo es un amigo y que él era muy amigo mío. Tanta amistad era la nuestra, que ahora no se qué pensar y, si a caso, le diría a la geta, que un amigo de verdad, no lo dice tanto y lo demuestra.
El momento actual y con cuanto ha ocurrido hasta la fecha, se demuestra que esta traición y vileza son la demostración más certera de que donde creí que había amistad, solo hubo o hay, infamia y bajeza.
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